El año 2002, cuando cumplía su segundo año de presidente del Perú, Alejandro Toledo visitó Ferrer, un pequeño pueblo del distrito de Cabana, en Ancash, a unos 600 kilómetros al NE de Lima.
Llegó a la una de la tarde en un helicóptero de la Fuerza Aérea, acompañado de su esposa Eliane Chantal Karp Fernenbug (París,1953), científica y antropóloga belga, de su anciano padre Anatolio (con una máscara de oxígeno porque le había afectado el clima de la Cordillera Blanca), y todos los miembros de su gabinete ministerial con una recargada agenda que cumplir.
Era un acontecimiento jamás visto, ni soñado por las pocas centenas de familias que habitaban Ferrer, Cabana y Pallasca. Una fila de campesinos vestidos de ponchos y sombreros descoloridos, con rostros curtidos por la edad y el frío, formaban la primera fila de quienes saludaban al Hijo Pródigo, convertido en Presidente de todos los peruanos en elecciones democráticas.
Alejandro Toledo retornaba a Ferrer para inaugurar un moderno centro educativo, con finas carpetas, computadoras de última generación, internet, profesores especializados. El centro había sido construido con el “aporte personal y la cooperación de empresarios amigos” para que ofreciera servicios las 24 horas del día.
En la ceremonia, Toledo no pudo empezar su discurso de orden. Su emoción era grande, muy intensa, que su voz entrecortada y sus lágrimas, le obligaron a callar…Eleane, tomó el micro y dijo: “Parece ser que el Presidente está muy impactado por el retorno a su tierra”, y elevando su mirada a los cerros y los escasos cultivos dijo: “En esos maizales y trigales que producen las laderas de esta tierra, allí me enamoré de Alejandro…”, mientras que el discurrir de las aguas del pequeño río daban mayor solemnidad al acto.
Pues Toledo después de ese tierno y romántico mensaje, pidió a cada uno de sus ministros hacer de Ferrer un modelo de desarrollo descentralizado. Una aldea de oro. Carretera hacia la costa, sembrío de peces en los ríos, reforestación, escuelas en cada caserío…. Un milagro.
Toledo fue el primer presidente de origen indígena del Perú entre 2001 y 2006. Hijo de un matrimonio de campesinos sin tierras, que tuvo dieciséis hijos. Cuando tenía seis años, la familia, atraída por la prosperidad de la pesca, se trasladó a Chimbote, donde su padre se dedicó a la construcción y su madre Margarita, en una pequeña bodega ofrecía especies marinas. El joven Alejandro estudió en el colegio nacional de San Pedro. Con una beca de una orden religiosa, llegó a la Universidad de San Francisco, en la que se graduó en economía (1970), y se licenció y doctoró en la Universidad estadounidense de Stanford con estudios sobre gestión empresarial y una tesis sobre recursos humanos en 1976. Su carrera de economista internacional empezó como consultor de la ONU, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y del Banco Mundial.
Hoy, el exmandatario Alejandro Toledo es acusado de haber recibido una coima 20 millones de dólares de la empresa brasileña Odebrecht por la construcción de la carretera Interoceánica, según testimonio de un colaborador eficaz, publicada por el diario La República que precisa que los pagos a Toledo empezaron en 2005.
Las acusaciones contra Alejandro Toledo son una “vergüenza” y una “traición al pueblo peruano”, según han expresado los voceros del Ejecutivo, quien consideran que Toledo debe regresar al Perú y responder a la justicia. El robo al erario nacional se ha convertido en una tradición impune. El Mundo, empezando por Ferrer, espera que la corrupción sea castigada sin excepción de nadie.
* Jorge Zavaleta Alegre es caracino, licenciado en Pedagogía y Periodismo por la Universidad Nacional de Trujillo. Periodista especializado en Economía, Ciencia y Tecnología. Es corresponsal de medios escritos de Madrid, Italia y Sudamérica.